domingo, marzo 28, 2010

Déjame hacerlo

Déjame pintar las paredes con tu nombre,
dejando letras sobre los trazos,
dibujando tu rostro,
y formando nubes de amor en los balcones.

Déjame entrar en tu vida,
en tus días y en tus noches,
viendo el atardecer desde tu ventana
y clamando amor desde las afueras de tu morada.

Déjame formar parte de tus sueños,
ser el protagonista de esas historias de amor,
como romance de un príncipe azul
en un cuento de Hadas.

Déjame ser el sístole y el diástole de tu ritmo cardiaco,
el médico de cabecera de tu corazón,
el lunar de tu piel.
Déjame susurrar debajo de tu almohada,
calentar tu habitación como estufa encendida.

Déjame probar la miel de tus labios,
el cálido aliento de tus abrazos,
el aroma a néctar de tus cabellos,
la lisura en tus manos.

Déjame recitarte esta poesía,
hoy una prosa y mañana un verso,
para saborear la magia de la literatura
y sentir la escarcha sobre nuestros hombros,
porque los poemas son testigos
del amor y de la inspiración.

Déjame firmar las cartas de amor,
sellar mi nombre con las palabras,
guardar el cofre de los poemas.
Dejame tomar dictado de tus encantos,
inhalar el aire que respiras,
sentarme al costado de tu sofá.

Déjame salir por las calles pregonando ensueños,
con gigantescas pancartas y colosales carteles frente a la plaza,
proclamando sueños que me consumen
y que cosquillean en mi corazón.

Déjame cubrirte de la tormenta intensa,
abrigarte cuando sientas frío,
secar las partículas de tus lágrimas
cuando escasea el rocío.

lunes, marzo 08, 2010

Creí

Gozamos cuatro primaveras,
nos arrebataron tres veranos,
fuimos desobedientes y tan necios,
que nos dimos cuenta demasiado tarde.

Nos sentamos alrededor de la pileta del amor,
deshojando girasoles y contando los pájaros que anidaban en los árboles,
y haciendo memoria del escarnio y del fracaso del pasado.
Me di cuenta de lo absurdo que fue lo nuestro.

Creí haberte conocido,
estuve al final del precipicio,
me empujaste hacia el vacío,
probé agua del desierto,
y me abrigué en el iglú que abandonaste.

Creí haberte conocido,
al menos un setenta por ciento,
haciendo cálculos y maquinando planes,
cuan mezquino ladrón asecha su próxima víctima,
y poniendo el ojo en la carnada.

Creí haberte conocido,
tomándote de las manos y abrigándote las espaldas,
saliendo ileso de cualquier obstáculo,
enajenado y mártir en la historia,
y doblegando hasta mi propia sombra,

Creí haberte conocido,
cuando no te conocía,
cuando veía blanco y era negro,
cuando nos juramos amor eterno,
y cuando el amor fue sólo una novela.

Las campanas de la catedral,
me enrumbaron hacia la verdad,
quemando fotografías,
y asediando los deseos carnales.

Pensé que habías tomado el primer vuelo de avión por la mañana,
y otra usurpaba tu reemplazo,
pero descubrí que eres la misma,
sin un pelo de tonta.

Creí haberte conocido,
sin haber tomado una copa de alcohol,
como aquellos idiotas,
que ahogan sus tristezas y sus penas
en la barra de un bar nocturno.