domingo, agosto 15, 2010

¿Infundio o clamor?

Los seres humanos poseemos un conjunto diverso de debilidades,
algunos se caracterizan por ser tan ingenuos,
otros somos literalmente amordazados por el pasado,
y otros por ser desproporcionadamente sencibles,
volubles, sentimentales, y frágiles mentales.

Las debilidades condimentan nuestras vivencias,
aclaran algunas dudas arraigadas,
y sepultan algunos conocimientos de infante,
fieles a las tentaciones puras y castas.

Noches al azar,
sentimientos fortuitos,
impredecibles reacciones,
así es de mezquino el amor.
En cualquier momento sale a relucir,
asolapado debajo de tu ventana,
entre las rendijas donde cruza soplando el viento
en los días de invierno.

Desespero con locura,
desquiciado me siento,
al no ver pasar tu sombra por mi alcoba
y cuando repito tu nombre en tu exilio
erguido y despierto.

Sufro de parálisis emocional
minutos antes de cubrirme sobre mi lecho,
ingiero pastillas para no pensar en ti,
y suelo engañarme con deslealtad.

Así pasan los años y los otoños,
dejando a su paso pétalos de rosas
que surcan el abismo de nuestras vidas,
y contagian viralmente el romanticismo por doquier,
para cualquier heredero
que tomó por rehén el cupido del amor.

Perpetraste el gran asalto en mi juventud plena,
escaseó el rocío en el preciso instante
en que adulé tu mirada tibia y soñadora,
me moldeaste intrépido con tus pálidas palmas
y teñiste mi rostro con tu colores.

Los finales son crudos y despiadados,
carecen de escrúpulos y desmayos,
más aniquiladores que una guerra mundial,
sin paz y sin salida.

¡Déjenme soñar con sus labios!
deambulando y bailando
al compás de su voz,
labios de princesa reencarnada
que saben a pura cepa.