sábado, julio 23, 2011
Versos profanados
caen pañuelos secos rozando tus mejillas,
empañando las ventanas de la alcoba
y perturbando el resoplo del viento.
Mi guitarra llora sin cesar,
encima de la cubierta,
sosteniendo mis poemas y partituras
en un profundo sollozo.
Inquebrantable los rezagos del amor,
perfumando con incienso las angustias,
esculpiendo tu rostro con mis manos,
y profanando los versos que escribí.
Se avecinan las luciérnagas de la melancolía,
las tardes taciturnas,
los truenos que arrebatan la calma,
inhalando el polen que respiras.
Vienes, y te posas sobre mi alma,
con velo de rosa y alhajas de plata,
con la espada desenvainada:
espada filuda y puntiaguda,
eres el contrincante de esgrima azul.
!Oh!
que fino
y raso son las palmas de tus manos,
enseñan a acariciar cuando las palpo,
enseñan a besar cuando las beso.
Parco en mi andar,
sacudo las lágrimas que llevo en el bolsillo,
entresaco las costuras de mis vestiduras,
y arranco las raíces de insensatez
peldaño a peldaño.
La nostalgia y la euforia,
inminente e impredecible,
imponente, colosal,
como un iceberg de manantial.
Las grietas de tu corazón,
se desangran sobre el lecho,
dibujando cicatrices sobre mi pecho.
Llévame a tu humilde alcázar,
sácame del terruño putrefacto,
vayámos al cortijo encantado
en la más feroz estampida de amor.
martes, febrero 15, 2011
Muñeca de terciopelo
Muñeca de terciopelo,
que dejas caer escarcha sobre mi andar,
dulzura en mis dosis de soledad,
y besos con rosas sobre mi espaldar.
Deja el temor y camina sin titubear.
Eres la reina de la noche fría,
la estrella fugaz de la constelación infinita.
Regalan brillo y color tus ojos,
deja de esconder tu mirada,
cegante y soñadora.
No hullas de tu belleza.
Tu voz resuena dentro de mí
en notas musicales de una partitura romántica.
Mi alma te habla,
siente y escucha tus latidos,
quiere salir a la luz para seguir tus pasos,
cubriendo tus hombros enjutos y diminutos,
tocando tus dedos con elegancia
y escuchando el sonoro cantar de tu voz,
debajo de una arboleda en primavera
y sentado sobre el tibio calor del pasto seco del campo.
Tus ojos son dos luceros perdidos en la noche,
dos luciérnagas devoradas por el temor,
dos linternas encendidas cuando cae el crepúsculo.
Temblorosa y frágil.
Si estoy a su diestra
es para protegerla del viento agresivo,
para cobijarla si cae la lluvia,
para abrir paso con corceles de batalla
y trompetas de júbilo,
para mezclarme dentro del viento que soplan sus cabellos.
Sus pies eran de maniquí,
zapatitos de charol,
manos blancas y sencillas como la nieve,
Muñeca de terciopelo.
lunes, enero 17, 2011
Besos con sabor a Vodka
escasa de granizo,
asomaban chirridos escandalosos de grillos moribundos
cerca de la puerta entreabierta;
procurando mitigar la sed que desataba la ausencia de tus besos
y sucumbiendo a tus encantos.
Caminaste hacia la azotea inhalando brisa invernal,
para contemplar el brillo estelar debajo del cielo
enamorada de una constelación fugaz al azar,
reina de la luna llena.
Llevaba minifalda indiscreta y diminuta,
ceñida a sus dibujadas caderas,
dejaban sombras eróticas inmersas en sus piernas,
La felpa acariciaba sus tórridos músculos,
y se diluía en la armonía de sus muslos,
silueta plasmada en pintura.
El cabello cubría sus cálidas mejillas,
se mecían al compás de su risa,
y las hebras bailaban frente a sus ojos
en manías.
De a pocos fuí descubriendo sus pendientes de primavera,
las alhajas brillosas sobre sus muñecas,
botas oscuras y sensuales,
maquillaje rimbombante en el rostro.
Intercambiábamos palabras,
frases y oraciones,
sus ojos seducían caminando entre nuestras miradas,
y entre el vaivén de sus manos que agitaban mis latidos.
Las horas transcurrían y los minutos eran interminables,
la noche se tornaba taciturna y lúgubre,
cielo desconsolado e infinito.
Hablábamos de los dos,
de sus pasos cortos en la vida,
y de la nostalgia que suele abofetear el desamor.
Fui perdiendo la noción del tiempo contando nuestras copas,
asechando su mirada y descubriendo su perfume,
refugiándome en el brindis,
imaginando un viejo cáliz de vino,
brindis que pactaba una señal de fuego incandescente.
Buscaba los menudos e indefensos labios,
los afilados gestos detrás de su perfil,
y veía como ardía
la sangre dulce por sus venas.
El tiempo huía de la noche,
nuestras sonrisas fueron congeladas,
y mis músculos se adormecieron en su lecho,
el frío nos abrazó en medio de la habitación.
Juntamos nuestros labios,
como imanes en un campo magnético.
Probé el polen de los sueños
y mis manos recorrieron sus brazos
como serpiente ebria de pasión.
Los besos sabían a Vodka,
y sus labios olían a incienso de rosa,
descansaban sobre mi pecho exhausto,
sujetándose y pendiendo de mi agotado cuello.
Tenía el diafragma de algodón,
la piel suave como los pétalos de una flor en primavera,
y sus manos acariciaban el calor que brotaba de mi abdomen.
La madrugada cayó bajo el ardor y el frenesí de dos labios,
labios carnosos alimentados de placer,
inhalando el perfume de su piel,
y cobijándome entre sus sábanas y brazos,
entrelazados y unidos como un par de bases de ADN.