Solo basta contemplarte debajo de una arboleda
en la dulce primavera,
abrazando el viento que atraviesan tus cabellos,
en el fluyente viñedo.
Tus lágrimas me sumergen en alta mar,
aseándome de cualquier impuresa,
mitigando mi sed,
se diluyen en la sábana de poros
que cubren mis tímidas manos.
Déjame secarte las mejillas empapadas
con un pulcro pañuelo de pétalos,
dominar el torrente
y evitar el caudal en tus ojos.
Tu mirada esquiva las palabras,
penetra las paredes de mis retinas,
se cuela entre las acequias de incertidumbre,
y descansa sosegada en el limbo.
sábado, marzo 10, 2012
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