Como se oye mi guitarra cuando estás ausente,
triste y desconsolada,
nostálgica y a veces desafinada,
eres el mástil que sujeta mis trastes.
Heredero de la dinastía imperial,
descendiente de los guerreros de Cajamarca,
bastión de las guerras fortuitas,
roble de mármol.
Se secaron tus lágrimas,
en el jardín de la amapola y el maíz,
durante las torrentes de soledad,
al final del camino de trocha
que desemboca en las minas.
Tus alegrías se encienden en antorcha,
y se apagan con un soplo,
tus tristezas se cosen en los tejidos,
y se desprenden con espiocha.
Llevas una armadura fornida,
que derrocha vigor cuando se prende el sol,
valiente cuando se avecina la tempestad,
recio para recibir un golpe,
y necio para concordar,
con tus brazos nervudos.
viernes, junio 30, 2017
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