Su voz, se cuela en la quebrada de los andes,
retumban y palpitan de pasión
en corazones púberes alimentados de frenesí
acelerado como los latidos exacerbados y febriles.
Sus cabellos de realeza adolescente,
rozan el filo del sombrero del mendigo.
Sus luceros reflejan los colores del crepúsculo,
y me conducen a la orilla de sus tibias mejillas.
Sus labios son mi pecado,
y su piel infinita invade mis sueños.
Su figura abre paso a dos caminos
que llevan a la armonía de mi inspiración.
Besé su sombra de primavera,
y olí petunia de alborada,
Señalando los circundantes que dibujan
los destellos de su canto,
Penetrante y fulminante,
su mirada,
atraviesa la timidez de mis ojos,
y calcina lánguidamente
estatuas de granito sin clemencia.
Llevo veinticuatro horas batallando contra las agujas del reloj,
viéndola en las paredes de mi mente,
y escuchándola en los resquicios de mi voz,
sentado con los bolsillos cargados de alegría.
sábado, septiembre 16, 2017
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